miércoles, 5 de diciembre de 2007

Otro dilema capilar

¿Por qué el primer pensamiento que se nos pasa por la cabeza cuando vemos a alguien con un peluquín es pegarle un tirón?
Eso era lo que pensaba yo hoy, cuando en el metro he tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no evidenciar la calvicie del señor que viajaba a mi lado. Por supuesto que no le he pegado un tirón de pelo al señor, porque si no era un peluquín malo, y si era un peluquín peor: ¿Qué demonios hace uno con media peluca que no le pertenece y que acaba de robarle a un calvo? ¿Cómo te las ingenias para volverla a colocar sin que se note? En el fondo, tú no quieres robar la media peluca. Lo único que quieres es saber si el tío es calvo o no.
En un mundo donde la tecnología y los avances científicos nos maravillan y cada día se descubre la última revolución cosmética, ¿tiene sentido el peluquín? Y lo más inquietante de todo… si el señor no es calvo de verdad ¿por qué no se cambia de peinado en lugar de ir incitando a que le peguen tirones?

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